El exceso está marcado por definición en la circunstancia y la cantidad que sobran, en el sobrepasarse con respecto a un modelo o tendencia que se advierte como canon. Así, en los años 70, nació y se caracterizó Versace en la industria de la moda, en el mundo de las amplificaciones; ese sello creado por el italiano de igual apellido –Gianni–, el cual había estudiado arquitectura antes de mudarse a Milán y seguir ese destino que ya había prescrito durante su infancia al crear ropa para su más joven hermana, Donatella, puede ser entendido como uno de los más grandes pasos en el fashion y su juego de estéticas escandalosas.
Con una identidad marcada por el postpop y un juego tremendamente sexual con las reminiscencias del cubismo y el Art Déco, además de erigirse en una experimentación de materiales y tradición griego-italiana, Versace se identificó por años como una maison cargada de exageraciones, lujuria visual y kitsch. Para muestra, allí están las supermodelos de los noventa y ese look repleto de colmos que tanto imaginamos al recordarles, siempre de la mano de su inconfundible medusa y la figura de Gianni Versace.
Sin embargo, aunque estemos acostumbrados a esa estridencia e incluso podamos venerarla, hay límites para todo acto, y sobre todo en términos de moda. Hay prendas, accesorios y hábitos de belleza que no tienen por qué seguir entre nuestras prácticas, pero que por alguna razón –todavía desconocida– se pensó alguna vez que eran lo mejor. A continuación algunas de ellas y que, por seguro, cualquier mujer ha cometido ya sea por desconocimiento o por vil error. Desmedidas o imperfectos de los que muy pocas chicas se pueden jactar de haberse salvado, pero que todos sin exclusión debemos tomar en cuenta.
Por ejemplo, creer que a más animal print en el cuerpo, mayor sexyness puedes lograr.
Usar una talla más chica de la que en verdad se es. ¿Para qué? Eso ni te hace ver delgada y, al contrario, te convierte en blanco de muchas miradas negativas.
Leggings en nude. No entendemos a quién le pueden parecer una buena opción, pero por favor, ya déjenlo ir.
Pestañas postizas que parecen salidas del vestuario de una película épica; si esto se va a intentar, que sea de manera sutil y con una inversión que garantice calidad.
Extensiones o cortinillas que se sujetan con un pasador o cuentan con algún medio casero para lucirles.
Pensar que la sensualidad sólo se alcanza con vestidos ultra cortos, bodycons y tacones kilométricos.
Hubo un momento en nuestra historia, específicamente en los 2000, cuando la gente aparentemente odiaba el color de sus ojos y usaba pupilentes a cada instante. Grave error que debemos dejar en el pasado.
Uno de los más cercanos es el uso de coronas florales durante eventos de música; hubo veces en que se llegaba a tal extremo, que cada chica con ella parecía el resultado de Frida Kahlo meets Lana del Rey.
Por Eduardo Limón